Si vienes a vernos en Madrid, lo primero que te chocará será
la informalidad de las clases. No es como el cole, con todo el mundo sentado y escuchando
a un profe. No hay nadie en uniforme. Verás a los chicos
practicando las formas de wing chun solos en frente de un espejo. Luego todos buscamos
a un compañero y trabajamos chi sao y otros ejercicios en pareja, cambiando de
pareja de vez en cuando. Si alguien quiere descansar, descansa.
Nuestra idea es que todos practicamos con todos. Todos
enseñamos y todos aprendemos. Los que más tiempo llevamos jugamos, aunque también
nos toca hacer un poco de supervisión para ver que nadie está repitiendo lo que
consideramos fallos grandes.
Si eres principiante, te enseñamos la base del sistema poco
a poco. Tendrás que pasar un buen tiempo practicándola e intentando
perfeccionarla. La ventaja de las clases informales es que puedes espiar a
gente que lleva más tiempo de reojo mientras que vayas practicando lo tuyo.
A veces este estilo de enseñanza les frustra a algunos. Es
una pena por que funciona muy bien. Lo que hay que hacer es fiarse del proceso.
Si eres capaz de superar el bajón inevitable, con el tiempo serás uno más en el
grupo, haciendo kung fu como un campeón. Dicho de otra forma, hay que tener paciencia e intentar estar en el momento durante el entrenamiento, en vez de ponerse nervioso por que crees que vas despacio.
seguir así en esa línea para formar a la gente. Me gusta, porque cada uno progresa y además enseña a los alumnos a trabajar y desarrollarse por sí solos, sin obviar el seguimiento de un instructor.
ResponderEliminarGracias, César. ¡Feliz año!
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