Un juego de improvisación libre llamado chi sao es el centro de nuestra interpretación de wing chun. En este juego informal para dos personas, intentamos usar todos los elementos de la base del sistema en una manera libre, reaccionando a los movimientos de nuestro amigo. Es un juego que muchas veces le gustan a los músicos, incluyendo a nuestro instructor principal, Nino Bernardo (un guitarrista).
Aparte de la importancia de la improvisación para el chi sao, creo que hay otras paralelas entre el wing chun y el jazz. Un ejemplo que me gusta mucho es un álbum llamado The Bridge de Sonny Rollins. La carrera del saxofonista estaba en auge al final de los años 50. Después de la muerte de Charlie Parker y Lester Young, muchos aficionados pensaban que el joven músico estaba a punto de convertirse en una figura mítica del jazz. Pero había un problema. Él mismo dudaba que su técnica estuviera a la altura.
Rollins sorprendió a muchos cuando se retiró de la música para practicar más. Para no agobiar a una vecina embarazada, se puso a tocar todos los días en el puente de Williamsburg en Nueva York. Estuvo fuera tres años. Cuando regresó en 1962 con The Bridge, muchos aficionados pensaban que iba a revolucionar el jazz. No lo hizo. El álbum estaba en línea con lo que había tocado antes, pero con mejor técnica y la adición de ritmos interesantes, como si estuviera improvisando con el tráfico de la ciudad.
Aunque el álbum no fue revolucionario, con el tiempo se reconocería como un clásico del género. Se puede escuchar un tema aquí.
Menciono The Bridge por que la actitud de Rollins me parece estupenda para el gung fu. En 1959, podría haber sacrificado su felicidad por la fama y el dinero, pero se negó a hacerlo. Decidió practicar más y ser fiel a su propio estilo, buscando la autenticidad y la longevidad. De hecho, sigue tocando con sus 81 añitos. La clave está en empezar de nuevo y en nunca estar satisfecho con tu técnica, por buena que sea.
Menciono The Bridge por que la actitud de Rollins me parece estupenda para el gung fu. En 1959, podría haber sacrificado su felicidad por la fama y el dinero, pero se negó a hacerlo. Decidió practicar más y ser fiel a su propio estilo, buscando la autenticidad y la longevidad. De hecho, sigue tocando con sus 81 añitos. La clave está en empezar de nuevo y en nunca estar satisfecho con tu técnica, por buena que sea.
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